¿Qué no hace un corrector?
Dado el desconocimiento sobre la corrección de textos como profesión y del corrector como profesional, hay algunas creencias que son muy comunes entre las personas que han escrito un texto que desean publicar de una forma u otra. Todo aquel que se encuentre con un texto escrito —aunque lo haya revisado varias veces— debe entender que, por muy buena que sea su ortografía, hay muchos factores que influyen a la hora de cometer erratas a la hora de escribir, como las prisas o presionar al mismo tiempo más de una tecla sin darse cuenta, dando lugar a palabras escritas con letras de más o dobles espacios que, en ocasiones, pasan totalmente desapercibidos.
Para el ojo poco entrenado —hablando estrictamente de un ojo entrenado para la corrección— puede ser sencillo detectar la ausencia de una tilde o una falta ortográfica muy notoria, pero también es cierto que es común saltarse erratas fácilmente detectables. Esto se debe a que, a diferencia de quien no tiene la formación necesaria, el corrector de textos está formado para detectar las erratas más fáciles de ver, pero también las que pasan desapercibidas. Pero además el corrector se forma para resolver dudas que a un escritor, por conocedor de las normas ortográficas y gramaticales que sea, le puede asaltar en el proceso de escritura.
Un corrector de textos no cambia el estilo del autor
Puede que al escuchar el término «corrección de estilo», cualquier persona con un desconocimiento sobre la corrección de textos entienda mal de qué tipo de trabajo estamos hablando. Una corrección de estilo no cambia en absoluto el estilo del autor; de hecho, es obligación del profesional que se encarga de realizar el trabajo mantener el estilo del autor y evitar imponer sus gustos. Cualquier corrector de textos que realice cambios que no son necesarios, alterando la voz del autor, está realizando mal su trabajo.
Un corrector no impone los cambios en el texto
El corrector es el profesional que se encarga de revisar el texto y realizar los cambios que considera oportunos pero, aunque aconseje y sugiera lo mejor para el texto, nunca impondrá su criterio a los deseos del autor, que para eso es el dueño del texto a corregir. La responsabilidad del corrector, como profesional, es realizar el trabajo al gusto del cliente, incluso si este se niega a realizar cambios necesarios para el texto.